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lunes, 22 de febrero de 2010

Estar "Uchi" o estar "Soto" en el Japón


Imaginen que mágicamente multiplicamos la población del Perú por cinco (¡adiós programas de planificación familiar!) y que todos nos acomodamos únicamente en la sierra, dejando costa y selva deshabitadas... Si pudieron hacerlo, ¡felicitaciones!, se habrán formado una vaga idea de lo que significa vivir en el Japón...

Es que este país debe acomodar ciento treinta millones de personas (¿bastantes, no?) en un área equivalente a la tercera parte del Perú (sin contar las 200 millas del Mar de Grau, claro). Para los ingenieros y empleados del INEI (¿hay alguno por allí?) esto quiere decir que la densidad poblacional del Japón es quince veces la del Perú. Para el resto de mortales esto quiere decir que donde en el Perú hay una persona, aquí deben acomodarse quince...

¿Se imaginan vivir así en el Perú? ¡Nos mataríamos entre nosotros! Bueno, eso ocurrió aquí hace cientos de años... ¿de dónde creen que salieron tantos samurai y ninjas? ¿para deleitar a los turistas? ¡Já! Pero pasaron los años y los japoneses se dieron cuenta que con algunas reglas de respeto mutuo la convivencia se haría más llevadera (y vivirían más, por cierto), y pasaron a convertirse en una de las culturas más corteses y ordenadas del mundo...

Pero no sólo de cortesía y orden vive la gente: siendo tantos, era imprescindible que las personas se reconocieran y se protegieran entre ellas, y por ello desarrollaron también un tremendo sentido de grupo. Así es que los japoneses desarrollaron los conceptos de "uchi" y "soto", o estar "dentro" o "fuera" del grupo. Estar dentro de un grupo, o ser del uchi (literalmente ser de la casa), garantiza que todos los miembros del mismo velarán por uno. Por supuesto, como nada en la vida es gratis, uno también debe velar por los demás poniendo el beneficio del grupo por delante del propio.

Éste es un concepto que quienes hemos sido criados en la cultura del "nadie te va a ayudar sino sólo tú mismo", del individualismo extremo, del capitalismo occidental, encontramos difícil de comprender. Si yo me esfuerzo más que los demás, ¿por qué no puedo beneficiarme más? Si mi empresa quiebra, ¿por qué voy a gastar de mi fortuna para seguir pagándoles el sueldo a mis ex-empleados? Si a mi me gusta el área técnica de una empresa, ¿porqué debo aceptar que me pongan en el área de ventas? Si uno de los gerentes de mi empresa faltó a la ley, ¿por qué debo sentirme avergonzado yo?... Y así la lista de cosas extrañas continúa ad infinitum...

La semana pasada, por ejemplo, me encontraba almorzando en la Universidad con dos compañeros y un profesor. Era inevitable tocar la noticia de la semana, el caso de Pizarro Yagi, un peruano acusado de asesinar a una niña de 7 años en Hiroshima. Mi posición, obvia, era que esperaba que el caso se manejase correctamente dentro del marco legal y que, de ser encontrado culpable, debería recibir todo el peso de la ley.

- Estaba preocupado por ti, Giancarlo-san - dijo el profesor - no sabía qué pensabas del tema
- Sólo espero que las personas no generalicen el comportamiento de esta persona con el de todos los peruanos...

Ese comentario me salió del alma ya que los japoneses, al vivir siempre pensando en "grupo", tienden a generalizar mucho más que nosotros. Y aquí en Japón poco a poco se ha hecho vox populi que el aumento de la criminalidad en el país se debe al aumento en el numero de extranjeros... ¿No es evidente acaso - para quienes vivimos en Japón - que los japoneses tenderán a pensar en nosotros, los peruanos, como asesinos de niñitas?

Pero resulta que el profesor no estaba pensando en ello, y de eso me percaté un par de horas después al comentar la conversación con otro amigo gaijin. Mi profesor, japonés al fin y al cabo, estaba pensando en términos de "uchi" y "soto". Pizarro Yagi es peruano y cometió un crimen. Yo soy peruano también. ¿No me siento abochornado, avergonzado, deshonrado, por lo que hizo?

Honestamente no me siento así. Por supuesto que, de comprobarse la culpabilidad de Pizarro Yagi, encontraré el hecho totalmente repudiable y completamente justificable su sentencia, sea la que sea. Pero lo más que sentiré será desprecio y repudio por el tipo, no vergüenza - en absoluto - por lo que hizo.

Si, si, algunos dirán "¡Pero no! ¡No te pases! ¡Qué vergüenza!". Y claro que yo también diré (en voz alta) lo mismo. Pero mi secuencia de pensamiento será: 1) El tipo cometió un crimen. 2) Él es peruano. 3) La gente pensará que los peruanos son todos criminales. 4) Yo soy peruano. 5) La gente me verá como criminal. 6) ¡Pero yo no soy criminal!. 7) ¡Qué vergüenza...!

Es decir, sentiré vergüenza por lo que creeré que los demás piensan de mí, NO por lo que el tipo hizo.

La secuencia de pensamiento de un japonés, en cambio, será: 1) El tipo cometió un crimen. 2) Él es peruano. 3) Ha deshonrado a todos los peruanos. 4) Seguro que los peruanos se sienten avergonzados.

Hay cientos, miles, de diferencias culturales entre el mundo occidental y el oriental. Pensar en términos de "uchi" y "soto", por ejemplo, es una forma de ver el mundo. Pensar en términos del egocentrismo occidental es otra. ¿Alguna es mejor que otra? No, no lo creo. Son sólo visiones distintas...

Y esa es una de las mayores lecciones que saco de mi estadía en estas islas. Mis valores no son mejores que los tuyos, son sólo distintos.

Imaginen cuál hubiese sido el derrotero del mundo si, en la época de la conquista, Francisco Pizarro y Compañía hubiesen pensado así. O si Bush et al se dieran cuenta de lo mismo.

Ojalá todos pudiésemos pasar unos años viviendo en una cultura totalmente distinta de la propia. El mundo sería, indudablemente, un mejor lugar para vivir.

Fuente: Desde Japón Blog

N.R.: La visión de grupo no es solo potestativo del Japón. También se aplica por ejemplo en Galicia... porque Galicia es Galicia.

En Galicia si algo llama la atención, como un accidente, robo, asesinato, compra-venta, o acontecimiento cualquiera, automáticamente se convierte en motivo de debate general y todos deben sentirlo como si les pasara a ellos.

Por ejemplo hace un mes, un vecino de Monforte fué atropellado a las afueras de Vigo.

En Galicia esta fué una noticia que les llego hasta al alma. Por el único hecho de que la víctima era vecino de Monforte, aunque el que escuche la noticia nunca haya estado en dicha ciudad.

Todos se pondrían a pensar si no habrían conocido a la víctima; o si no habrían conocido a alguien cerca de Monforte. Y dirían "Cuidado, que lo que le pasó al vecino de Monforte podría pasarte, eh!. Sal a la calle con cuidado!!. Cuándo será la misa?, Habran llevado el cadáver desde Vigo a Monforte o lo enterrarán allá?...

En Galicia, lo primero que se oirá decir es... uyyy es de Monforte, yo estuve en Monforte, conoceré al vecino??...

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